lunes, 22 de octubre de 2012

Ciudad y cultura urbana

Cuando la ciudad olvida a los niños, olvida a todos los ciudadanos y también se olvida a sí misma, pero si recupera la relación con los niños, si les da tiempo y espacio para jugar, si les concede la palabra, les escucha y tiene en cuenta sus ideas, tal vez pueda salvarse. Francesco Tonucci Hemos sido testigos de cómo se planea una ciudad: en función de las necesidades de los adultos, el auto en primera instancia, las compras, los servicios dirigidos a personas mayores ¿y los niños y adolescentes? Parecen haber sido olvidados. Cada vez aparece más la idea de la ciudad pensada como campo de especulación inmobiliaria, que ha sido planificada para una sola categoría de persona: varón, jefe de familia de entre veinte y sesenta años, que trabaja en una oficina, de clase media y alta, lo que genera gran parte de las malas soluciones urbanísticas, como los sistemas de transporte. Los niños y adolescentes usan la ciudad en los rincones que la ciudad les deja. Los lugares se usan como lugares de transgresión e incluso se violentan, se utilizan de manera distinta a como fueron concebidos, el centro comercial es entonces lugar de encuentro y no de compras, es lugar para correr y patinar y por consecuencia se sataniza a los pequeños porque no son los sujetos del diseño. Haga la prueba: salga a la vereda y observe cuántos niños están caminando por la ciudad sin compañía de un adulto, cuántos de ellos están en las plazas sólo acompañados por sus pares, bien lejos de todo control y vigilancia familiar; cuántos vehículos detienen su marcha para permitirles cruzar la calle sin riesgos. El pedagogo italiano Francesco Tonucci lo hizo hace tiempo y observó la misma imagen que todos podemos ver y que confirma que las ciudades ya no están en manos de los niños, y que el tránsito y la inseguridad no les han dejado demasiado espacio para el juego y la espontaneidad. “Los niños han desaparecido, los hemos excluido de la ciudad porque no permitimos que salgan de casa, que jueguen con los amigos y conquisten el mundo. Si vamos afuera ahora no encontraremos niños solos ni otras categorías que se han excluido de la ciudad: ni ancianos viejos, ni personas que se muevan en silla de ruedas”, dice Tonucci, creador del concepto “La Ciudad de los Niños”, basado en que pensar en los niños y en los jóvenes y conferirles su merecido lugar de ciudadanos nos coloca ante el desafío de gobernar con una mirada estratégica, entendiendo las políticas públicas como garantía de las nuevas generaciones y a la altura de su capacidad de cambio y sus enormes posibilidades de invención e innovación. La consigna que mejor resume el espíritu de esta propuesta es la que postula que “si una ciudad es buena para los niños, es buena para todos”. Pero de ninguna manera se trata de diseñar, desde un escritorio aquellos proyectos que parezcan más interesantes a los adultos. Por el contrario, el desafío es integrar a los mismos niños al debate y escuchar sus propuestas. En definitiva, “trabajar hacia una nueva filosofía de gobierno de la ciudad, tomando a los niños como parámetro y como garantía de las necesidades de todos los ciudadanos”, tal cual sintetiza el material de difusión elaborado por el gobierno de Santa fe en Argentina, a través del Ministerio de Innovación y Cultura que presenta a ésta como la primera provincia que asumió el desafío de construir políticas públicas para la infancia. El Gobierno de la Ciudad de México ha impulsado varios programas de apoyo a jóvenes y niños en los que se promueve su participación activa en la toma de decisiones para la Ciudad. Es así que la Ciudad de México se ha adscrito al Proyecto Ciudad de los Niños, cuya presencia se extiende ya a varios países de Europa y América Latina. La ciudad de Alcira en España, ha venido desarrollando una serie de propuestas dirigidas a los más pequeños con el fin de hacerlos partícipes de la vida cotidiana y de la actividad civil, un gran medio para educarlos en la integración social. Se creó el Consejo de niños y niñas, que se reúne mensualmente y en el que participan jóvenes de primaria y secundaria para tratar temas de interés relacionados con la vida municipal. También se fundó una radio para niños, en la que los más pequeños son el informador y el informado, un medio directo de comunicación para difundir los valores más importantes de la sociedad: sinceridad, solidaridad, bondad, dedicación. Se creó el Observatorio infantil con el objeto de canalizar y discutir demandas y sugerencias de los niños de la ciudad. Por otro lado es lamentable encontrar en la televisión programas como el de “Pequeños Gigantes” que tienden a “adultizar” a los niños sin crearles el espacio necesario para ser ellos mismos. Escudados en las capacidades “artísticas” de los niños los convierten en sujetos del espectáculo y no abonan en nada a la urgente necesidad de que los niños participen dándoles la palabra y aprendiendo de ellos. Debemos centrar la atención en nuestro futuro, que son los niños, para que ellos sean los motores de los cambios sociales. Entre las consignas fundamentales de “La Ciudad de los Niños” se establece que los niños deben ser dueños de su propia ciudad, en ella están los aprendizajes y juegos, afectos y conceptos. Cualquier intento genuino para devolver a los niños la ciudad significará una mayor valorización de lo público y una propuesta de apropiación del mismo para todas las edades. “Creo que es muy importante que la ciudad se devuelva a los niños”, dice Tonucci, consciente de que sus palabras invitan a un fuerte compromiso por parte de las autoridades que acepten sumarse a su propuesta. Pero además advierte: “la ciudad ha perdido a los niños y es grave: las ciudades sin niños son peores, nosotros sin niños somos peores y creo que, no voluntariamente pero sí de hecho, la decisión de las ciudades de excluir a las categorías débiles es para aprovechar el espacio sin tener testigos ni moderadores. Porque los niños nos miran y nos juzgan”. Aunque parece más fácil convertirlos en espectáculo.

Qué es la Agenda 21 de la Cultura

La ciudad de 2030 no se puede gestionar eficazmente desde “arriba” o desde “fuera”, sino que requiere un gobierno democrático, elegido por el pueblo, al que a su vez debe rendir cuentas. Una ciudad en donde hombres y mujeres tienen un papel paritario en la toma de decisiones. Un gobierno local que dispone de las competencias y los recursos financieros y humanos suficientes para desarrollar una política pública de alta calidad; y que colabora con otros niveles de gobierno y con municipios vecinos para desarrollar enfoques comunes por el bien de un desarrollo eficaz. Manifiesto La Ciudad de 2030, Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales, México 2010. Escuchamos de manera constante el término Agenda 21 de la cultura. Se refieren a ella en debates de cultura, se discute en seminarios y se anota en artículos, se habla de implementarla en algunas ciudades, pero ¿realmente sabemos qué es? La Agenda 21 de la cultura es el primer documento, con vocación mundial, que apuesta por establecer las bases de un compromiso de las ciudades y los gobiernos locales para el desarrollo cultural. La Agenda 21 de la cultura fue aprobada por ciudades y gobiernos locales de todo el mundo comprometidos con los derechos humanos, la diversidad cultural, la sostenibilidad, la democracia participativa y la generación de condiciones para la paz. Su aprobación tuvo lugar el 8 mayo 2004 en Barcelona, por el IV Foro de Autoridades Locales para la Inclusión Social (FAL) de Porto Alegre, en el marco del primer Foro Universal de las Culturas, que contó entre sus socios principales a la UNESCO, y tuvo entre sus objetivos convertir a los gobiernos locales en agentes que puedan construir y desarrollar, conjuntamente con la sociedad civil, alternativas de gestión pública en el proceso de globalización. Este foro constituyó un importante espacio de reflexión sobre el papel de las ciudades en un mundo global. En esta ocasión participaron 120 alcaldes de diversas ciudades del mundo y miles de participantes. El alcalde de Porto Alegre, Joao Verle comentó que «las colectividades locales pueden tener una dimensión más práctica y más humana que los estados», por ello, es necesario que sus puntos de vista sean tomados muy en cuenta para encontrar soluciones a los problemas que, por ejemplo, plantea la globalización y el director general de cultura de Montevideo, Gonzalo Carámbula, destacó que «no hay participación posible si no existe libertad cultural», y espera que «la Agenda 21 se apruebe en el marco del Fórum y se convierta en herramienta imprescindible para generar un escenario que garantice la participación de todos los ciudadanos». La organización mundial Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) adoptó la Agenda 21 de la cultura como documento de referencia de sus programas en cultura y asumió un papel de coordinación del proceso posterior a su aprobación. El Grupo de Trabajo en Cultura de la CGLU, constituido en Beijing el 9 junio 2005, es el punto de encuentro de ciudades, gobiernos locales y redes que sitúan la cultura en el centro de sus procesos de desarrollo. La Agenda 21 de la cultura en la actualidad, y de acuerdo al último informe consultado cuenta con 225 ciudades adheridas a la Agenda, 27 de ellas en América (Estados Unidos no tiene ninguna ciudad adherida), Brasil es el país en América con mayor número de ciudades afiliadas y de México sólo están adheridas oficialmente: Puebla, San Miguel de Allende y Ensenada. En el programa para el periodo 2011-2013, documento que recoge las prioridades de la Comisión de Cultura de la CGLU, se anota como objetivo: Promover la cultura como el cuarto pilar del desarrollo sostenible a través de la difusión internacional y la implementación local de la Agenda 21 de la cultura. Hay 5 prioridades: Prioridad 1. Desarrollo de políticas. La CGLU y su Comisión de Cultura son reconocidos local, nacional e internacionalmente por su liderazgo en procesos que relacionan la cultura con el desarrollo sostenible. Procesos de investigación rigurosos y colaborativos son el motor de estas actividades. Prioridad 2. Desarrollo de proyectos. La CGLU y su Comisión de Cultura desarrollan proyectos específicos en el ámbito del intercambio de experiencias y buenas prácticas en materia de cultura y desarrollo sostenible. Prioridad 3. Alianzas y asociaciones. El networking y las campañas de promoción (advocacy) permiten a las ciudades tener una presencia activa en la agenda internacional sobre cultura y desarrollo sostenible. Prioridad 4. Financiación y recursos. La Comisión de Cultura, en estrecha cooperación con el Secretariado Mundial, obtiene financiación para dar apoyo a la implementación de proyectos específicos y garantizar la continuidad a largo plazo de las actividades y la Prioridad 5. Mejor gobernanza. Una comisión formada por miembros activos, con responsabilidades compartidas y muy dinámica. Una comisión que comparta las prioridades de la CGLU. Hay un aspecto que se resalta. La evaluación. Los proyectos de desarrollo local analizan y evalúan, normalmente, sus impactos económicos, sociales y ambientales, pero raramente lo son sus impactos culturales. La Agenda 21 de la cultura, en su artículo 25, promueve la implementación de formas de “evaluación deI impacto cultural de iniciativas “que impliquen cambios significativos en la vida cultural de las ciudades”. Una evaluación del impacto cultural es un documento, elaborado en un proceso de consulta con la ciudadanía y los agentes culturales, que analiza las contribuciones (tanto positivas como negativas) que un proyecto de desarrollo local podría generar en la vida cultural de la ciudad. La adhesión a la Agenda 21 de la cultura reviste de gran importancia simbólica: expresa el compromiso de una ciudad para conseguir que la cultura sea una dimensión clave en las políticas urbanas, y muestra la voluntad de solidaridad y cooperación con las ciudades y los gobiernos locales del mundo.

La ciudad como producto cultural.

“Esta percepción de la cultura como eje estructurante de la vida social se expresa en los logros alcanzados en lo que respecta al mayor acatamiento de las normas básicas de convivencia, al mejoramiento de la seguridad y al orgullo que hoy sienten numerosas personas por su ciudad”. Estos textos pertenecen al documento “Políticas Culturales Distritales (2004-2016)” de la Alcaldía de Bogotá, Colombia. La cultura y sobre todo la diversidad cultural es hoy uno de los elementos centrales de las políticas urbanas. Esta centralidad de la cultura es la que incorpora la Agenda 21 de la cultura aprobada en Barcelona en mayo de 2004 por el IV Foro de Autoridades Locales y que sirve de marco de referencia de la planificación estratégica de la cultura. De forma creciente, cada vez más ciudades promueven planes estratégicos de cultura. En muchos casos la adhesión a los principios de la Agenda 21 de la cultura se ha materializado en el inicio de un proceso de planificación cultural. Estos planes se han ido desarrollando tanto en Europa como en América Latina y se han convertido en impulsores del desarrollo de las ciudades en el territorio. En definitiva, los planes de cultura también son planes estratégicos de ciudad. La cultura puede influir en diferentes aspectos del desarrollo local como se ha visto en varias ciudades que desde hace años hab trabajado con la cultura en su agenda de trabajo: reforzando la identidad y la cohesión social, contribuyendo a la integración de las minorías y los desfavorecidos, mejorando la calidad de vida, generando empleo y contribuyendo a posicionar la ciudad de cara al exterior. Los ayuntamientos son el factor determinante, pero los ayuntamientos tienen una limitada capacidad de actuación en los diferentes ámbitos de la cultura. Por un lado, su incidencia es menor en los sectores culturalmente más relevantes como la industria cultural y mayor en los sectores menos rentables como las artes tradicionales y los servicios socioculturales. El ámbito de intervención cultural propiamente municipal es la difusión, pero se tienen que buscar fórmulas para intervenir en las fases del proceso cultural más desatendidas: la creación y la producción. Uno de los espacios básicos para la cultura son las bibliotecas, éstas transforman la información en conocimiento y deben ser consideradas como centros primarios de cultura. Ya hemos escuchado cómo en Medellín, Colombia los parques biblioteca se han convertido en verdaderos centros comunitarios y factores de cambio, en la Feria del Libro de Guadalajara, cuando Colombia fue el país invitado presentaron a un chofer de camión de basura de Bogotá que recogía libros de la basura, cuando sus compañeros se dieron cuenta le llevaban los libros que ellos rescataban, implementó una pequeña biblioteca en su casa hasta que la demanda de la comunidad y la importancia que adquirió le obligaron a abrir un pequeño local donde esta biblioteca da un servicio vital, en Dinamarca, se ha creado una biblioteca en Padborg que atiende a los camioneros con una gran oferta de libros en formato CD. Otro ejemplo de capacidad de innovación lo encontramos en la biblioteca Arbetslivsbiblioteket de Suecia que habiendo detectado que algunos usuarios no entendían las referencias bibliográficas, propuso un sistema de chat para que los usuarios pudieran plantear sus dudas a los bibliotecarios y otros usuarios. La biblioteca como centro de atención cultural primaria tiene que contribuir a evitar la brecha digital, convirtiéndose en el lugar donde se ofrece alfabetización digital y formación sobre gestión informacional, como los talleres abiertos y flexibles que se ofrecen en algunas de las bibliotecas de la red nacional danesa. Las bibliotecas tienen la capacidad de convertirse en equipamientos culturales que agrupen la información del municipio y sean centros de otros servicios como la difusión y la capacitación artística, los emprendimientos económicos, formación de adultos, asesoría a industrias culturales, es decir en verdaderos centros culturales polivalentes. En Tijuana las bibliotecas parecen haber pasado a un segundo plano y es urgente reconsiderar su papel en la comunidad. Francia, con una trayectoria más larga en lo que a equipamientos de proximidad se refiere ha puesto en marcha diferentes modelos en los últimos años. Por un lado encontramos las “friches”, antiguos recintos industriales situados en zonas generalmente deprimidas son restaurados y reconvertidos en espacios culturales que permiten a los grupos y comunidades locales reconstruir sus identidades y entrar en una cultura de la creación. El origen de las “friches” está en el encuentro entre artistas profesionales, semi-profesionales y amateurs con el objetivo de crear nuevos proyectos artísticos y sociales. La cultura se está convirtiendo cada vez más en un factor de regeneración urbana cuando no de competencia entre ciudades, que ven en la recuperación del patrimonio histórico y en la dotación de equipamientos culturales una forma de atracción de visitantes y también de residentes, así como una manera de acumular atributos de diferenciación con otros enclaves y territorios. La cultura debe ser el centro de donde partir hacia el futuro.

El paisaje cultural…como valor de desarrollo local

«El paisaje cultural se crea a partir de un paisaje natural por un grupo cultural. La cultura es el agente, la naturaleza es el medio, el paisaje cultural es el resultado». Carl O. Sauer (1889- 1975), padre de la geografía cultural norteamericana y fundador de la escuela de Berkeley, California. La conservación del patrimonio es un concepto relativamente moderno. La preocupación por la conservación del patrimonio se inicia propiamente junto a los procesos de transformación relacionados con la revolución industrial, que es cuando se dan grandes cambios en el paisaje. Hasta muy avanzado el siglo XX se manifiesta un interés mayor por el patrimonio, así como una concepción más amplia del mismo. Comienza entonces a concebirse como el lugar de la memoria, más allá de su concepción estética. Se empieza a tomar conciencia de su valor como herencia de una sociedad y de su carácter indisoluble, tanto de la misma como de su territorio. Surgen con ello nuevas instituciones, instrumentos y conceptos, como los paisajes culturales. El profesor Carl Sauer es quien profundiza en lo que denomina geografía cultural, disciplina que analiza las transformaciones del paisaje natural (en cultural) debido a la acción del ser humano, estudiando la relación cambiante entre hábitat y hábitos. En “La morfología del Paisaje” (1925) Sauer define paisaje cultural como el resultado de la acción de un grupo social sobre un paisaje natural. La cultura es el agente, lo natural es el medio, el paisaje cultural el resultado. En su artículo, “Quand souffle l’esprit des lieux” (cuando se respira el espíritu del sitio) Annete Viel explica que el territorio es un espacio vivo, con una historia que no esta fijada en el tiempo o el espacio y que evoluciona de manera natural o bien a partir de las acciones que se desarrollan. Por tanto el territorio es el reflejo de una época y un espejo de los valores de la sociedad que lo gestiona. Paisajes culturales y parques patrimoniales juegan un cometido cada vez más importante en el desarrollo territorial. Se trata de espacios comunicativos, que atesoran y transmiten información. Podríamos considerar que del mismo modo que las ciudades tienen un papel protagonista en la era de la información, dichos espacios asumen un papel cada vez más relevante como lugares comunicativos, lugares donde se vinculan historias y mensajes a espacios y formas. Toda sociedad dinámica transforma de manera inevitable el paisaje, de forma que el intento de conservar intacto un paisaje humanizado –como si de una pieza de museo se tratara- acaba resultando imposible. Así que permanecer impasibles ante el manejo irracional de nuestros paisajes o dejarlos sin intervenir no es una buena alternativa. En nuestra región contamos con áreas naturales muy importantes, entre ellas, el Valle de Guadalupe, con la gran necesidad de ser analizado y regulado bajo el principio contemporáneo de paisaje cultural por su importancia para el estado y para el país. En la perspectiva de los paisajes culturales la región del Valle de Guadalupe puede interpretarse desde posiciones interdisciplinarias diversas como lo son la historia, la geografía, la economía, la industria, los estudios territoriales, el urbanismo y la arquitectura. El concepto de paisaje cultural se aplica a un ámbito geográfico asociado con eventos, actividades, personajes históricos, asentamientos, edificios, como signos de una ocupación del territorio, que contienen valores estéticos y culturales. Joaquín Sabaté Bel, arquitecto y economista, Catedrático de Urbanismo de la E.T. S. de Barcelona comenta que el objetivo fundamental de las iniciativas más relevantes en la intervención de un paisaje cultural suele ser el de integrar dentro de un estricto respeto a las características de un territorio diferentes funciones simultáneamente: preservación, educación, esparcimiento, turismo y desarrollo económico. En la mayor parte de los casos esto se pretende hacer sentando las bases para una estrecha colaboración entre diferentes administraciones, instituciones y particulares interesados. Es común cometer algunos errores que a la larga pueden acarrear situaciones, como mínimo, contradictorias. Cuando se habla de activación del patrimonio y dinamización territorial, no sólo se debería tener en cuenta la dimensión económica y turística del patrimonio. Hablar de dinamización territorial también implica poner en valor las dimensiones sociales, culturales y educativas. Sin olvidar a las personas, ya que son éstas las que viven, disfrutan y se relacionan con su entorno Entender la activación del patrimonio tan solo desde el punto económico y turístico es un grave error. Es necesario fijar una mirada alternativa, responsable y coherente sobre el territorio, sus recursos y sus necesidades. Cada lugar, cada territorio es distinto y esto genera una gran oportunidad, ya que permite establecer miradas diversas capaces de ofrecer soluciones creativas y novedosas.

Cultura y Creatividad

“Toda la creatividad procede de la cultura, porque cuando estamos jugando creamos historias que amplían el valor intrínseco de la vida.” Jeremy Rifkin (sociólogo, economista, escritor, y activista estadounidense) Siempre he comentado que una de las consecuencias más valiosas de la cultura es la creatividad. Entendida como la capacidad de crear, de producir cosas nuevas y valiosas, es la capacidad de un cerebro para llegar a conclusiones nuevas y resolver problemas en una forma original. Carlos Alberto Churba, en el I Congreso de Cultura en Mar de Plata, Argentina, comentaba que “la creatividad es una actitud de vida, es “un vivir creador”, es un arte de vivir”. Menciona algunas de las actividades en las que se puede aplicar la creatividad: “diseñar organizaciones innovadoras, resolver problemas abiertos, lograr mayores beneficios, mejor calidad de vida, mejor calidad en la producción y beneficios económicos, mejorar los tratamientos en salud, tanto física como mental, y apuntar hacia la excelencia en la educación que tanta falta nos está haciendo”. En lo relativo a la economía, Guiomar Alonso, desde la UNESCO, nos dice que la economía creativa emerge como un nuevo paradigma que sitúa la creatividad y la cultura como motores de crecimiento económico. La comercialización del valor creativo y la innovación se presenta como una ventaja estratégica para las ciudades, las regiones y también los países en desarrollo. Bajo este enfoque se ponen en marcha acciones y políticas de apoyo a la creatividad y de cómo “hacer dinero con ideas”. Sin embargo ha habido pocos esfuerzos a escala internacional para declinar esta idea en clave de cooperación. La Alianza Global para la Diversidad Cultural de la UNESCO abre esta vía y experimenta a través de alianzas entre lo público, lo privado y la sociedad civil, nuevos modos de sostener las industrias y las empresas culturales en tanto que son plataformas de expresión de la creatividad y la diversidad. Los resultados, modestos, parecen apuntar a que en el contexto de países en desarrollo y economías en transición, el apoyo a la creatividad debería privilegiar intervenciones que permitan a pequeñas y micro empresas culturales producir, acceder a mercados y distribuir sus productos. Romina Bianchini en su artículo “Creatividad: Fortalecimiento del Capital Cultural y desarrollo de la Cultura Emprendedora” nos define la creatividad como “un proceso, porque es integradora porque integra las diferencias, las heterogeneidades, las disciplinas, las intenciones. Es universal, se aplica a todas las áreas, tiene una lógica propia y esto hay que tenerlo muy en cuenta porque si queremos fomentar el desarrollo creativo en nosotros y en los demás tenemos que entender que no alcanza manejarnos con las lógicas tradicionales”. Uno de los grandes retos de las políticas culturales reside en buscar nuevas fórmulas, fórmulas efectivas, que promocionen la creatividad, sin buscar colocarles un sello de propiedad, de pertenecer a la institución que las promueve, sino en una libertad creadora e independencia ideológica. Recordemos que vivimos en una interacción donde se intercambian imaginarios, donde el sentido estético, a partir de la creatividad, amplía los límites de las emociones y la manera de sentir de una comunidad. “He aprendido que ser creativos, originales y diversos es mejor que ser iguales” Comentario de un adolescente de 15 años del Colegio ERGOS, República Dominicana, después de participar en el programa Diversidades, el juego de la creatividad, de la UNESCO.

Cultura Visual

“En el corazón de esta videocultura siempre hay una pantalla, pero no hay forzosamente una mirada”. Jean Baudrillard Siempre se discute sobre lo que vemos. Parece un debate sin fin y cada uno parece tener, o quiere, tener la razón. Cuando vamos al cine tenemos puntos de vista distintos respecto a la película que vimos. Si vamos a una exposición de arte a unos nos parecerá excelente y a otros no tanto. Nicholas Mirzoeff, coordinador del programa de cultura visual de la Escuela Steinhardt de Cultura, Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Nueva York, define al mundo contemporáneo como un mundo hipervisual en el que “el significado de ser ciudadano en el siglo XXI requerirá de una alfabetización visual que será tan fundamental como la lectura, la matemática y la ciencia”. En su libro “Introducción a la cultura visual” pone el ejemplo de la palabra COME la que más adelante en otro contexto visual: COME ON! Cambia su significado, muestra un cuadro de fondo azul con nubes, lo que nos remite al cielo, en otro cuadro en blanco sólo dice la palabra CIEL (cielo en francés), un mismo significado con dos distintas formas visuales. Escribe AE0I23, ¿qué vemos? ¿Dos vocales y cuatro números? o ¿Cuatro vocales y dos números? El autor indica que de la misma forma en que los estudios culturales han tratado de comprender de qué manera los individuos buscan el sentido del consumo de la cultura de masa, la cultura visual da prioridad a la experiencia cotidiana de lo visual. La imágenes aparecen de manera aleatoria e incesante y una sustituye a la otra antes incluso de que desaparezca la anterior. Actualmente el espectáculo deslumbra a los ciudadanos, donde estos asumen un rol pasivo dentro de la cultura del consumo, no hay crítica ni análisis, solo la necesidad de adquirir, sean productos tangibles o espectáculo. En la sociedad actual, se nos convence con la imagen más que con el objeto. Ante un cambio hacia la cultura visual, sin preparación alguna, nos convertimos en analfabetas visuales y es grave porque se modifica nuestra concepción del arte, cambia nuestra percepción del tiempo y el espacio. Mayra Díaz Ordoñez en su artículo “Acerca de la Cultura Visual y la virtualidad de la imagen” comenta que “a partir del surgimiento de la fotografía, se confiere a un instrumento la posibilidad de conferir movilidad a las “formas” que con anterioridad se arrebataban a la realidad”, el espacio- tiempo adquiría una nueva dimensión. El cine reprodujo la realidad y el espacio- tiempo creaba y recreaba nuevas realidades, por lo cual la narrativa visual que había representado el tiempo cronológicamente se vio alterado al manifestar el tiempo de otra forma. Una nueva representación icónica surge. La imagen fija, el relato icónico y la imagen secuencial desarrollaron una forma narrativa diferente en donde el arte, la ciencia y la técnica se confundían. Podemos afirmar que todo ver es entonces el resultado de una construcción cultural y por lo tanto siempre un hacer complejo, híbrido. Miles de imágenes de todo tipo pasan ante nuestros ojos cada día: televisión, publicidad, Internet, prensa… Todas ellas contribuyen a nuestra cultura, nos pueden volver más sensibles o por el contrario confundir nuestro sentido estético. Si hay discusión… ¿todos sabemos ver?

Cultura contra la violencia

“no es con armamento como se erradicará la violencia que se vive en el país, sino con la construcción de espacios que impartan cultura” Marcelo Ebrard
Es seguro que ya hemos escuchado en muchas ocasiones que la cultura es un antídoto contra la violencia pero ¿Cuál violencia? Cuando hablamos de violencia, hablamos de una situación de conflicto. Y ¿Cuál es el origen? ¿Cuáles son las causas? Entre ellas podemos encontrar la pobreza, entendida por la incapacidad de satisfacer las necesidades básicas, la incapacidad de entender al otro que se traduce en la insensibilidad social, en la indiferencia, en la intolerancia. En nuestras ciudades hay síntomas alarmantes a los que hay que poner atención de inmediato. Se produce violencia en los gestos, en las expresiones diarias, en la intimidación, la no observación de las leyes básicas, como las de tráfico. Un automovilista que no respeta un alto es un síntoma más grave que la simple violación de la ley. La cultura comienza a ser una dimensión importante cuando deja de considerársele como un accesorio y se transforma en herramienta para resolver conflictos y su función es facilitar reconocimiento, pertenencia, identidad y ayuda al ciudadano a definirse a sí mismo, a reconocerse en los otros. Para ello son necesarias estrategias que permitan al ciudadano tomar decisiones libremente, basadas en el respeto a la diferencia, la eliminación de la discriminación. Buscar la convivencia y la seguridad. La seguridad ciudadana es uno de los componentes importantes en el bienestar colectivo porque abarca temas críticos como la violencia y la criminalidad. Toda política tendiente a mejorar los espacios de convivencia de los ciudadanos conlleva resultados positivos en la calidad de vida por medio de logros en tolerancia, respeto y comunicación. Había ya escrito antes que en el estudio sobre percepción de seguridad, victimización y cultura ciudadana: sus relaciones en cinco contextos iberoamericanos, José Ignacio Ruiz de la Universidad Nacional de Colombia y Luis Alfredo Turcios de la Universidad Tecnológica de El Salvador advierten que el miedo al delito es uno de los temas sociales a los que debe dar respuesta la política de los países, por sus posibles repercusiones en los ámbitos públicos de la salud, la economía y la interacción de los ciudadanos con el sistema de justicia. Niveles altos de miedo al delito pueden afectar la conducta social en el espacio público, alimentar los sistemas de vigilancia privada, las formas privadas de justicia y amenazar la democracia a favor de alternativas que prometen seguridad. Este trabajo halló que una mayor Cultura Ciudadana se asocia principalmente con mayor satisfacción con la policía, con mejor balance de clima emocional, menos temor al delito y, en menor grado, con menor victimización personal. Retomando la definición de cultura emitida en la Conferencia Mundial sobre Política Cultural, realizada en México en 1982, como "el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan una sociedad o grupo social. Ello engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias", en otras palabras, cultura es todo lo que hacemos, es todo lo aprendido a través de la socialización, es el comportamiento que se refleja a través de las tradiciones, costumbres, idiosincrasia, etc. y que surge en la medida que las sociedades evolucionan, por lo tanto, es una expresión cambiante, a la vez que es interdependiente, es un reflejo de la estructura económica y permite a los individuos miembros de una sociedad diferenciarse de los otros, identificarse con los propios, llevando de esa manera a la formación de una conciencia individual y social. Es la manera total de vivir de un pueblo, el legado que el individuo recibe de un grupo. Resumiendo todo lo anterior, la cultura es un lugar de encuentro que permite el diálogo con la diversidad, es, a su vez, un espacio de búsquedas colectivas y la formulación de un proyecto futuro para los grupos humanos teniendo la paz como un objetivo básico.

Paisaje Cultural-Museo del Vino

"La interpretación es una actividad educativa que pretende revelar significados e interrelaciones a través del uso de objetos originales, por un contacto directo con el recurso o por medios ilustrativos, no limitándose a dar una mera información de los hechos". Freeman Tilden El Patrimonio Cultural local engloba un conjunto de elementos y de valores que lo configuran como un factor clave para dinamizar y potenciar el entorno socioeconómico, actuando, por un lado, como medio de atracción de personas, de capital y de actividades económicas generadoras de valor añadido y de empleo, y por otro, como instrumento de mejora de la calidad de vida en esas zonas. Este patrimonio incluye bienes tangibles e intangibles, actividades y conocimientos, y abarca desde lo arquitectónico hasta la forma de hablar, desde las artes hasta el paisaje, etc. Por ello es imprescindible identificarlo y fomentar sus valores y conservación, pero también su inclusión en el desarrollo socioeconómico de su entorno. Este patrimonio es también fundamental para el refuerzo de las señas de identidad social, por lo que las políticas destinadas a su fomento deben ayudar a crear y encauzar las iniciativas de desarrollo, o abrir nuevos campos de trabajo contribuyendo a incorporar a estos colectivos con visiones nuevas y críticas. Otro de los retos de las políticas patrimoniales es encontrar los nexos de unión cultural entre los ámbitos, rurales y urbanos. La identificación del progreso con los medios urbanos ha motivado una profunda crisis de identidad en las sociedades rurales. Por el contrario, estos elementos pueden servir como referencia para crear modelos de desarrollo alternativos, sobre todo mediante su uso como elemento potenciador de las culturas locales. El proyecto de un Museo del Vino en el Valle de Guadalupe es un paso importante en este nexo de unión cultural entre los ámbitos rurales y urbanos donde es sumamente importante, en este caso y en todo museo, el proceso de interpretación. Jorge Morales Miranda, experto en interpretación lo define como “ un proceso de comunicación estratégica que ayuda a conectar intelectual y emocionalmente al visitante con los significados del recurso patrimonial visitado para que lo disfrute y aprecie”. Cuando hablamos de interpretación se plantean tres aspectos (Morales y Ham 2008): 1) “les voy a brindar una visión de ese algo, basada en el conocimiento científico” (la materia prima), 2) “les voy a traducir para que comprendan mejor ese algo”, y 3) “les voy a hacer pensar con respecto a ese algo”.y en su cuarto principio: La interpretación no es instrucción, sino provocación (provocación del pensamiento). Se trata en fin de conectar emocionalmente al público con los significados del patrimonio, que se involucre y se comprometa y la experiencia sea más gratificante y enriquecedora. Y si bien ya hay cuestionamientos de este proyecto: hay quien afirma que este tipo de proyectos no son detonadores de la economía regional, que sólo se exhibe la conveniencia política del vino…un museo del vino va más allá de esto. Se trata, esperando que así se haya concebido, de un proyecto vivo, que involucre a la comunidad, que comprometa al visitante, que se extienda más allá de sus límites físicos, que eduque y promueva la cultura del vino, que promueva el entendimiento del paisaje cultural como vía de proceso que sí detona la economía, que sí incide en la identidad y que sí influye en el futuro de la región.

La cultura…Entre lo indefinible y la ausencia

“El diálogo entre operadores culturales e inversores se asemeja a una boda entre una carpa y un conejo: implica a personas que no están acostumbradas a trabajar juntas”, Frédéric Bouilleux. Cultura. Del Lat. Cultūra. 1. f. cultivo. 2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. La Organización de las naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura-UNESCO establece que “como mostró el fracaso de los proyectos implementados desde los años 70, desarrollo no es sinónimo de crecimiento económico. Hay un medio de acceder a una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria: el desarrollo como tal es inseparable de la cultura. El refuerzo aportado por la cultura al desarrollo sostenible es un objetivo que se inició en el marco del Decenio Mundial para el Desarrollo Cultural (1988-1988). Desde entonces, se han llevado a cabo progresos gracias a un marco normativo de conjunto y a instrumentos de demostración: estadísticas culturales, inventarios, y cartografía nacional y regional de los recursos culturales. El reto consiste en convencer a los políticos responsables de las decisiones y a los actores sociales locales de que integren los principios de la diversidad cultural y los valores del pluralismo cultural en el conjunto de las políticas, mecanismos y prácticas públicas, especialmente gracias a la colaboración del sector público/sector privado. Se trata de anclar la cultura en todas las políticas de desarrollo, ya conciernan a la educación, las ciencias, la comunicación, la salud, el medio ambiente o el turismo, y de sostener el desarrollo del sector cultural mediante industrias creativas: así, a la vez que contribuye a la reducción de la pobreza, la cultura constituye un instrumento de cohesión social”. Lo anterior lo hemos podido constatar en varias ciudades del mundo donde la dimensión cultural “envuelve” por decirlo de alguna manera la dimensión política, la dimensión económica y la dimensión social, dándoles un sentido, gestando una nueva ciudadanía más crítica, más participativa y más responsable. La inversión en cultura ha dado grandes dividendos para aquellos que han entendido su importancia en las comunidades, si observamos revistas de desarrollo económico, la cultura está ausente, como si ésta fuera un complemento de la sociedad que pudiera estar o no presente en el desarrollo. La misma ausencia se percibe en los discursos políticos o las posturas tecnológicas y científicas. “Lo cultural” va más allá de lo que se diseña en las oficinas o dependencias específicamente culturales y se vuelve indispensable “culturizar” los planes estratégicos y las visiones de futuro de la ciudad. La sociedad civil también debe asumir su parte y tener un protagonismo que alcance un nivel de actividad y de presencia que las estructuras de gobierno no pueden asumir. La definición de cultura puede no importar tanto, la ausencia, sí preocupa. Como efecto, la cultura es la parte fundamental de nuestra visión del mundo, pero como causa, da lugar a cambios inimaginables de actitud que garantizan, por ejemplo, la paz y el desarrollo, o simplemente para mantener con vida el planeta, o simplemente modificar nuestra percepción del entorno. Termino con el pensamiento de Jordi Martí en la Agenda 21 de la Cultura: “La cultura no puede desarrollar su dimensión constituyente sin una participación ciudadana más profunda, sin abordar los mecanismos de construcción de la identidad, sin implicar la nueva ciudadanía procedente de las migraciones recientes, sin valorizar la solidaridad para con nuestros conciudadanos, sin incorporar las identidades múltiples y en evolución, sin priorizar la educación y la cultura como aspectos transversales de la vida de las personas”.

Gestoría cultural…o el hacer que las cosas sucedan.

“Vivimos tiempos en los cuales las actividades culturales están íntimamente vinculadas a la figura del gestor cultural”. Jorge E. Padula Perkins. Últimamente hemos escuchado de manera constante el término “gestor cultural”, muchos se lo adjudican libremente, otros lo son y nunca lo mencionan, muchos más no tienen idea qué significa. Gestión: del latín gestĭo, el concepto de gestión hace referencia a la acción y al efecto de gestionar o de administrar. Gestionar es realizar diligencias conducentes al logro de un fin o de un deseo cualquiera. Administrar, por otra parte, consiste en gobernar, dirigir, ordenar, disponer u organizar. Cultural adj. Relativo a la cultura. Yo siempre la he descrito como la acción para que las cosas sucedan en materia de cultura. ¿Cuándo se reconoce la gestión cultural? Hacia 1959 tiene lugar el primer ministerio de cultura en Francia, bajo la dirección del también primer llamado promotor cultural André Malraux. Desde 1983 la Dirección General de Promoción Cultural-DGPC, en México, ya contaba con cursos para la capacitación de promotores culturales, hacia 2001 CONACULTA realiza seminarios, cursos , diplomados y un posgrado virtual de gestoría cultural. En varios puntos del país podemos encontrar actualmente licenciaturas y maestrías en gestión cultural. Sin embargo el término no acaba de entenderse ni de reconocerse, Tulio Hernández, reconocido Sociólogo, especializado en temas de Cultura y Comunicación, comenta que “el hecho de que lo cultural no sea un aparato en el sentido que lo son, por ejemplo, lo educativo, lo mediático e, incluso, la salud pública y que, por tanto, no haya generado, al menos en América Latina, sistemas confiables de seguimiento estadístico de sus realidades; la innegable circunstancia de que las escalas de necesidades en el campo de la cultura no tienen la contundencia, la visibilidad o el rango de amenazas que generalmente adquieren en otros campos (no hay epidemias, como en la salud; ni cifras para todos alarmantes, como las de analfabetismo o deserción escolar, en educación), son factores que en su conjunto hacen creer que la gestión de la cultura no requiere de los mismos “insumos” de realidad que otras esferas. Una cierta tradición romántica, voluntarista o bellartística hace que todavía muchos subestimen en la gestión cultural los instrumentos propiamente gerenciales, de desarrollo organizacional, o de investigación empírica que hoy son moneda común en cualquier otro tipo de intervenciones públicas”. Del Portal de la Organización de Estados Iberoamericanos-OEI extraje sólo algunas de las habilidades y competencias generales de los gestores culturales: El gestor cultural requiere un nivel de comprensión de los procesos culturales y tendencias que se desarrollan en el mundo de la cultura y el arte y los nuevos enfoques de los estudios culturales en el ámbito internacional. La evolución de los hechos reclama una capacidad de prospectiva y anticipación a los escenarios cambiantes de nuestra sociedad, concretamente en los procesos culturales y adaptación a los nuevos contextos de mundialización a partir del conocimiento de nuevos lenguajes y nuevas formas expresivas La propia realidad de la acción profesional de la gestión de la cultura reclama una competencia en objetivar su actividad y diferenciarla de otros sectores con los que la cultura está relacionada. La gestión de la cultura exige una gran capacidad de situarse en un contexto social y político determinado, tanto desde la dimensión institucional, económica como legislativa. La gestión de proyectos de cooperación exige trabajar y negociar permanentemente con contrapartes, socios o colaboradores de diferentes realidades nacionales a través del instrumento del proyecto de cooperación. Dinámica que necesita de sistemas de corresponsabilidad y cogestión que permitan el desglose de la acción del proyecto en actividades compartidas y resultados conjuntos. Habilidad en el trabajo en la metodología de trabajo en estructuras en red interna de la organización como a escala externa de diferentes realidades Comprensión de los conceptos de empresa / organización red y de los nuevos métodos de producción y comercialización de productos culturales en estos contextos. Requerimos de un debate abierto para revisar nuestras miradas internas, nuestras prácticas habituales, nuestro imaginario social, para poder realizar los cambios necesarios a través de la gestión cultural, que al fin la meta es la transformación social de la comunidad.