jueves, 20 de mayo de 2010

Por el gusto de compartir



Las ciudades se han deshumanizado, han perdido su condición inicial de lugar de encuentro, de intercambio y de convivencia para polarizarse al servicio del mercado, de la actividad económica y financiera. Y, consecuentemente, se han deteriorado los modos de vida y la calidad urbana. Fernando Gómez Aguilera/Fundación César Manrique

Recorremos la ciudad, todos los días, con la esperanza de encontrar una ciudad amable, ordenada, un orden no con el sentido americano del control absoluto del espacio sino el orden que marca la convivencia. Es lamentable observar a algunos ciudadanos en su auto, que sin ninguna consideración o responsabilidad ciudadana, más ahora con esta obra de pavimentos de concreto, donde el cambio abrupto de 2 o 3 carriles a uno sólo, obliga a pasar auto por auto, obstruyen el paso del vehículo que le corresponde tomar el carril, para pasar ellos primero. Como ciudadanos tenemos una responsabilidad en el uso del espacio urbano. En nuestra sociedad, de acuerdo determinados indicadores de modernidad, el país ha experimentado un aumento sustantivo en bienes y servicios, pero vive paralelamente un deterioro en términos de la manera como se asocian sus actores. Esto se expresa directamente en un resquebrajamiento del sentido comunitario. Esta modernidad ha generando una convivencia disociada, frustrante y agresiva. Todo esto desemboca en una crisis de sentido, en una sociedad parcialmente desencantada, con redes de participación débiles o alejadas de los problemas comunes de la mayor parte de la población. Es relevante construir una pedagogía de la convivencia, tema que ya habíamos abordado anteriormente, la cual plantee tareas comunes que generen espacios para que los ciudadanos, con diferentes experiencias y vivencias, podamos encontrarnos, compartir, descubrir y conocernos. Iniciativas como Público-Privado : lecturas alternativas del espacio urbano, una iniciativa de La Caja Galería donde Monserrat Sánchez funge como curadora del proyecto, ayudan a esta reflexión. . Si la productividad y la convivencia corresponden a dos modos de estar en el mundo, dos formas de leer la realidad que hemos de integrar y de asumir responsablemente, el medio de integración no puede ser otro más que el arte. Estos proyectos son parte de esta pedagogía de la convivencia que contribuye a desarrollar nuevas estrategias que permiten la construcción de valores, el respeto por las diferencias, la promoción de Derechos Humanos, un alto sentido de responsabilidad social para lograr la transformación de hábitos de violencia, por conductas que dignifiquen la condición humana. Hace un tiempo atrás comentamos el Plan Estratégico de Medellín, Colombia, con su propuesta de planear para no improvisar, que marca una imagen prospectiva de la ciudad por medio de la pedagogía de la convivencia y que tras pocos años de implementación, Medellín ha logrado disminuir abruptamente la violencia mediante la inclusión, materializada en el campo educacional y reconfigurando los patrones culturales. Así bajo la aspiración 2011: competitividad y solidaridad, proliferan parques, nuevas bibliotecas y plazas con una mayor proximidad a los servicios públicos y un plan integral de seguridad ciudadana que consolida una nueva percepción del Estado: decrecimiento de la violencia y aumento de la legitimidad. En 1991 Medellín era considerada la ciudad más insegura del mundo, con alrededor de 6500 homicidios anuales, cifra que el 2007 se redujo a 380. La pedagogía de la convivencia adquiere sentido tanto entre ciudadanos como su relación con el Estado. En esta nueva visión el arte juega un papel importante y el arte público es un factor determinante. En 1968, el artista Noguchi formuló una crítica explícita a un comportamiento artístico frecuente que interpretaba el espacio público como un mero contenedor de la obra, hacia el que la pieza no manifiesta ninguna sensibilidad especial, en la que en su momento se refería muy particularmente a la obra sobre “pedestal”, sin embargo en un nuevo planteamiento se trata de compartir un espacio a través del arte que ofrezca una experiencia colectiva, además de atender al entorno visual y urbano, se funde con el contexto social, cuya gramática lee e interpreta, con el propósito de cuestionar, subrayar y discutir situaciones o de dar respuestas estéticas eficaces a las necesidades de los ciudadanos.

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