sábado, 29 de mayo de 2010

El viaje de la ciudad.

Ojalá que el camino sea largo, no apresurarlo, y llevar en el pensamiento la ciudad soñada porque a ella se debe el viaje. Kafavis

Imaginar la ciudad es en ocasiones imposible ante el embate de una realidad no planeada, mal interpretada o simplemente mal construida. Nos perdemos en la búsqueda de los culpables cuando ellos ni cuenta se dan y terminamos nosotros, los ciudadanos, sufriendo la ignorancia o la mala fe. Cada año esperamos no sólo imaginar sino realizar, y cada día es un paso al encuentro de una realidad distinta. Vamos tratando de poner en la mesa las ideas para su reflexión, los ejemplos para ponernos en acción, la sonrisa para disfrutar el camino y no empujarnos sino apoyarnos, unos con otros. La ciudad es más que un fenómeno urbano, es una serie de energías que fluyen entre las instituciones y los espacios culturales, espacios que nos dan la posibilidad de aprender/aprehender la ciudad. Traducirla y abrazarla. La construcción de una ciudadanía organizada, autónoma y solidaria, capaz de convivir en la diferencia y de solucionar pacíficamente sus conflictos es el camino a seguir, sin trabas, con decisión. Hemos de buscar un proyecto que reivindique lo colectivo y lo público, lo político y lo ético y busca ingresar a la modernidad haciendo uso de la educación como fenómeno eminentemente comunicativo cuyo desarrollo potenciará la capacidad de incidir de la sociedad sobre sus propios destinos, estableciendo cambios en la conducta y los comportamientos de los ciudadanos, buscando la construcción de la democracia y la ciudadanía como proyecto colectivo. La ciudad no es ya sólo el conglomerado urbanístico de calles y de pobladores, sino un gran alma, una ciudad viva, un cuerpo que siente, que se mueve, una ciudad con corazón propio, un ambiente y un contexto global de vida y aprendizaje. Una ciudad viva a la que nosotros como ciudadanos le damos el ánimo y la energía necesaria para seguir moviéndose para que nos permita movernos en ella. Una ciudad que asume el pluralismo como frontera y que debe cultivar la tolerancia como valor propio. La ciudad hay que verla desde muchos puntos, desde distintos amores y desamores, desde la poesía y el grafiti, desde el arte y la impaciencia, dese la soledad y la fiesta. La ciudad hay que celebrarla, no sólo hoy o el día de su cumpleaños, hay que celebrarla todos los días. No hay que perder de vista sus rincones y sus olores. Hoy resulta crucial, reflexionar desde la duda, desde lo complejo, desde los interrogantes y no, como estamos acostumbrados desde la pretensión de brindar una respuesta única y categórica a los problemas que enfrenta la ciudad y sus ciudadanos. Es reconocer la dificultad, es aceptar la complejidad, la incertidumbre y la necesidad de diversificar las posibilidades y las soluciones. Cada esquina es un mundo. Cada barrio un universo. Lo cierto es que la ciudad ya no está exactamente aquí o allá, ni es esto o lo otro. La ciudad es el flujo, la centrífuga, el dramatismo creado por su propia complejidad. Algunos, quizá, están en la ciudad, pero no pertenecen a ella. Están en el no-lugar. Para ellos la ciudad es el no-lugar, lo inhóspito, lo agresivo. De esa manera vienen a negar el concepto original de ciudad. Son los que se quejan sin estar, pero sí viven de ella. A estos dejémoslos en su lamento. Nosotros alegrémonos de estar aquí. Exijamos y respetemos. Hagamos una fiesta cada día para cambiar la mirada. Salud.

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