domingo, 16 de mayo de 2010

El Arte Contemporáneo y la sociedad actual.



El momento histórico del arte contemporáneo es marcado por las grandes instituciones, como la Iglesia, perdiendo la influencia que solían tener. La Postmodernidad es la época del desencanto. Se renuncia a las utopías y a la idea de progreso. Se produce un cambio en el orden económico capitalista, pasando de una economía de producción hacia una economía del consumo. Desaparecen las grandes figuras carismáticas, y surgen infinidad de pequeños ídolos que duran hasta que surge algo mas novedoso y atrayente. La revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente, se mezcla con la compulsión al consumo. Los medios de comunicación y el marketing se convierten en centros de poder: no importa el contenido del mensaje, sino la forma y el grado de convicción que produce, desaparecen las ideologías como forma de elección de los líderes y es reemplazada por la imagen, lo que no aparece por un medio de comunicación masiva, simplemente no existe para la sociedad, aleja al receptor de la información, convirtiéndola en mero entretenimiento. Se pierde la intimidad y la vida de los demás se convierten en un espectáculo. La revolución para las nuevas generaciones sólo ve la envoltura y no el fondo de los problemas. Sealtiel Alatriste comenta que “El arte actual se caracteriza por haber hecho añicos valores estéticos tradicionales: la permanencia en el tiempo, la trascendencia a través de los objetos, el uso de materiales no considerados bellos, o la fusión de elementos de otras disciplinas. El arte contemporáneo se basa en el concepto, puede ser también versátil y fugaz como un instante efímero; el arte contemporáneo se sirve de cualquier cosa, utiliza como pretexto estético multitud de objetos que para muchos serían intrascendentes; el arte contemporáneo se sirve del ruido, la basura, el desperdicio, la fugacidad de la luz, la inmanencia de la memoria, para dar forma a sus piezas e instalaciones. Es indudable, por ello, que la característica que aglutina, da cohesión y sentido a sus artistas, es la libertad. Sin una libertad prácticamente ilimitada es impensable que una instalación sonora, una pieza que juega con la luz y que tal vez durará unos cuantos días, o el uso de una rueda como símbolo de quietud se conviertan en objetos artísticos”. La crítica al arte contemporáneo suele venir del mismo ambiente del arte y se basa en tres aspectos principalmente: Disminución de la exigencia técnica. En el caso de las tendencias contemporáneas hay un verdadero desprecio por la propia importancia del elemento técnico, habiendo textos conocidos incluso que desprestigian el oficio, igualándolo al virtuosismo. En muchos casos los artistas son meramente directores y el trabajo gráfico lo realizan artesanos u operarios. Oficialismo. El arte contemporáneo usualmente entendido como tal es enseñado en academias, facultades de Bellas Artes, editado en lujosas ediciones, expuesto en museos, comprado por gobiernos nacionales y regionales, subvencionado por estos gobiernos, ayuntamientos y hasta codiciado por bancos, empresas y coleccionistas privados. Es decir, es bendecido por la oficialidad, por las instituciones, como ocurrió en el siglo XIX con el arte académico. Según esta crítica el arte contemporáneo no es tal, sino sólo arte contemporáneo oficial y académico, dados sus compradores y que se imparte en la enseñanza oficial (academia). Excesiva teoría. Aunque se presupone que este arte surge de una respuesta de los artistas a la imposibilidad de la originalidad, basta hojear catálogos de exposiciones, premios, recortes de prensa, etc, para ver que todavía se utiliza la originalidad y la novedad como rasero para los artistas. En cualquier caso hay un evidente divorcio entre estas formas de arte y el público, que apenas llega a comprender el impresionismo del siglo XIX. En general es necesario recurrir a la literatura especializada o muchas veces a los letreros con explicación que acompañan a las obras para que el grueso del público entienda lo que se expone. Esto explica el alejamiento del gran público a las exhibiciones de arte contemporáneo. Arthur C. Danton, crítico de arte, afirma que “La conclusión es que ya no es posible aplicar las nociones tradicionales de la estética al arte contemporáneo, sino que hay que centrarse en una filosofía de la crítica de arte que pueda arrojar luz con la que quizá sea la característica más sorprendente del arte contemporáneo: que todo es posible”. Y más sorprendente es que el arte sobreviva en un medio a pesar de la inexistencia formal de galerías de arte, de la ausencia de crítica de arte y de la precaria actividad curatorial. Sin revistas especializadas en arte, sin medios de comunicación que les interese, sin incentivos al coleccionismo, si es que existe. Donde los creadores se confrontan con las instituciones, donde el regionalismo se respira a diario. El arte como reflejo de un momento histórico nos da la esperanza que esta transición se supere de un momento al otro. Para bien del arte y de todos.

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